
Cantemos con Chile en el baile de los comunes
Por Marcelo Expósito[1]
Clausura del acto “Xile, Districte Global”, organizado por Barcelona En Comú con miembros del Frente Amplio, Dones de Xile y otras asociaciones sociales y culturales chilenas en Barcelona, 15 de diciembre de 2017.
Muchas gracias amigos y amigas que habéis participado en el acto de hoy. Gracias a quienes habéis hablado, conversado, cantado, bailado y reído durante esta tarde fraternal. Gracias a la gente de nuestra organización que ha concebido el programa Distrito Global, cuyo primer encuentro es éste que acabamos de celebrar, con Chile como protagonista. Y sobre todos gracias a los hermanos y hermanas chilenas que os encontráis hoy aquí y a quienes estáis impulsando un nuevo proceso político en Chile al que nos sentimos estrechamente vinculados.
Me han pedido los compañeros y compañeras que han organizado este encuentro que me prepare una breve intervención para clausurarlo. Y además de daros las gracias a todas por vuestro trabajo, por vuestra presencia y vuestra alegría, he tomado unas pocas notas viniendo de camino, de las que me voy a ayudar para visualizar en este fin de fiesta unas cuantas cosas que compartimos y que merece la pena celebrar.
¿Por qué celebramos hoy con Chile? Las comunidades celebramos muchas veces la alegría y celebramos también en muchas otras ocasiones para compensar la tristeza. Lo dice el bonito título de uno de los Poemas de Chile de Gabriela Mistral: “para no llorar, cantemos”. Hemos cantado y bailado hoy juntas por nuestras historias que se reconocen mutuamente como dos espejos situados uno frente al otro. Las nuestras son historias de anhelos de emancipación frustrados, de tristeza por nuestros desaparecidos, de rabia porque la justicia sobre el pasado no acaba de llegar, pero también de euforia por nuestras expectativas de cambio que ahora emergen.
Para cerrar este acto me gustaría recordar que la historia de nuestras organizaciones políticas surge de un mismo ADN: el estallido global del año 2011. El 15M que todavía resuena en nuestra política sucedió al mismo tiempo que el estallido estudiantil chileno del 2011. Una buena amiga de Santiago de Chile, Nelly Richard, que participó de la resistencia cultural y feminista contra la dictadura en los años 70 y 80, escribió que el movimiento estudiantil de 2011 hizo aparecer en Chile un nuevo impulso constituyente. Un impulso constituyente que reabría cuestiones cerradas durante la transición chilena a la democracia, proponiendo nuevos pactos. Exactamente igual sucede ahora en nuestro país. Yo recuerdo la belleza de las facultades ocupadas por los estudiantes de Chile en 2011 y fui testigo antes de la valentía de los estudiantes de secundario en el movimiento de los pingüinos de 2006. Una compañera también muy querida, artista siempre rebelde, Paula Cobo Guevara, chilena que durante muchos años ha vivido en Barcelona, describía precisamente en una serie de “poemas de amor” políticos escenas de las jóvenes adolescentes ocupando los colegios de secundario. Jóvenes que aprendían al mismo tiempo a quererse y a hacer política feminista contra el régimen en Chile. Esas escenas finalizaban en sus poemas con la bella imagen epifánica de los cerros iluminados de Valparaíso vistos en altura durante la noche. Sólo si somos capaces de captar los destellos de luz que se fueron abriendo paso en la historia de nuestras ciudades, podremos entender por qué hoy existen gobiernos del pueblo en lugares como Barcelona y Valparaíso, la ciudad donde nació el dictador, el asesino Augusto Pinochet. La ciudad donde hoy gobierna un alcalde que antes fue líder del movimiento estudiantil chileno, nuestro hermano Jorge Sharp.
Una escritora feminista chilena a quien admiro, Damiela Eltit, registró una acción artística en 1983: lavó durante horas las aceras de los prostíbulos de la calle Maipú y después leyó en la vía pública algunos fragmentos de su novela “Lumpérica”, un pequeño hito de la resistencia cultural contra la dictadura. Casi en el mismo momento, Los Prisioneros captaban el desencanto y la rabia juveniles contra la dictadura y el neoliberalismo chilenos. El neoliberalismo se ha presentado durante décadas como una gran fiesta global. Pero en las sombras que reinaban en los paisajes exteriores a esa celebración del expolio, en cada uno de nuestros países, hubo que sostener otro tipo de rituales de encuentro: el baile de los que sobran. El baile de todos aquellos a los que el Estado no quiso ayudar mientras nuestros malos gobiernos colonizaron la imaginación colectiva con falsas promesas para abandonar cada vez más a su gente. Los lúmpenes, los jóvenes desclasados, las madres desasistidas, las mujeres migrantes latinoamericanas en España organizándose con las mujeres autóctonas para impedir los desahucios. Los estudiantes chilenos endeudados que reclamaron en 2011 que el bien común fuera de nuevo prioritario frente a los intereses privados.
Unos meses antes de que los comunes ganásemos las elecciones municipales de mayo de 2015 en Barcelona, Ada Colau pronunció un emocionante discurso, que hoy conocemos con un título que viene a cuento evocar: “Y nos preguntarán quién somos”. Somos los que antes sobrábamos y ahora queremos contar, en Chile, en España, en Cataluña y en todas partes. Somos quienes hemos surgido abriendo camino a la luz en la larga noche neoliberal. Somos quienes buscamos a tientas a nuestros desaparecidos y guardamos su memoria como una llama frágil en la oscuridad del olvido. Somos quienes venimos a recuperar lo que es de todos. Somos la humanidad contra el neoliberalismo, abriendo rendijas de luz en la historia para iluminar el futuro.
Y como hemos venido a recuperar también nuestra propia historia, pero sin nostalgia, para plantear nuevos pactos incluso con nuestro propio pasado, tiene sentido citar unos fragmentos del poeta chileno Pedro Lemebel —miembro del dúo de artistas contra la dictadura Las Yeguas del Apocalipsis, acompañante y amigo de las madres y familiares de desaparecidos en Chile— a quien tanto echamos de menos: “Que la revolución no se pudra del todo. Hay tantos niños que van a nacer con una alita rota. Y yo quiero que vuelen, compañero. Que su revolución les dé un pedazo de cielo rojo para que puedan volar”.
Que nuestras revoluciones abran un gran cielo rojo en el que quepamos todas y todos.
[1] Artista, Diputado por Barcelona y militante de Barcelona en Comú. Su trabajo como artista se expande habitualmente hacia los territorios de la teoría crítica, el trabajo editorial, la curaduría, la docencia y la traducción.
Fuente de imagen: http://encomupodem.cat/marcelo-exposito-prieto/?lang=es