
Bolivia: El despojo detrás de un “sueño”
Primera parte
El despojo detrás de un “sueño”
El proyecto hidroeléctrico Rositas como ejemplo de la ocupación capitalista de los territorios en Bolivia
Por Claudia Cuellar Suárez y Huáscar Salazar Lohman
La imagen es elocuente, el presidente Morales en el Hotel Los Tajibos –el más “prestigioso” de Santa Cruz- dirigiéndose a las élites económicas del oriente boliviano sobre los beneficios del proyecto hidroeléctrico Rositas, mientras que lo flanquean su vicepresidente, ministros, congresistas del MAS, pero también representantes políticos de aquella élite cruceña, incluido el propio gobernador Costas. “El sueño de Santa Cruz hecho realidad” son las palabras del cartel que acoge el evento. ¿Se refiere a esa Santa Cruz que representa la sala?
___________________________________________________________________
A doce años de iniciarse el gobierno del MAS, asistimos a la consolidación de una inercia estatal en la que el mando político y su posibilidad de sostenerse materialmente en el tiempo se nutre del despojo depredador de la naturaleza y de la ocupación capitalista de los territorios comunitarios, de una manera que ni el propio neoliberalismo logró hacerlo, no porque aquel modelo no lo haya intentando, sino que el actual gobierno y la lógica misma del Estado Plurinacional se funda, como condición de existencia, en la desarticulación de las organizaciones sociales que históricamente resistieron y lucharon contra este tipo de políticas.
En este texto queremos hablar de esta dinámica estatal, de los intereses en juego y de la manera en que el gobierno agrede a las comunidades que resisten y defienden sus formas de vida y los espacios donde reproducen la misma, expropiando prerrogativas sobre sus territorios. Realizamos esta lectura a la luz de lo que sucede con la resistencia al proyecto hidroeléctrico Rositas, con el ánimo de poner en discusión ciertas claves que son compartidas con otros proyectos de ocupación y despojo en el territorio boliviano y creemos se generalizarán aún más.
El proyecto hidroeléctrico Rositas como componente del renovado patrón de despojo boliviano
Cotidianamente el gobierno intenta silenciar una serie de luchas que surcan el territorio nacional, poniéndonos por delante una seductora pero demagógica y tramposa pregunta:
“¿Acaso no es posible utilizar los recursos que brinda la actividad primaria exportadora controlada por el Estado para generar los excedentes que permitan satisfacer condiciones mínimas de vida de los bolivianos, y garantizar una educación intercultural y científica que genere una masa crítica intelectual capaz de asumir y conducir los emergentes procesos de industrialización y de economía del conocimiento?”(1)
Esta es una premisa ramplona que el vicepresidente García, en un texto de más de 100 páginas, utiliza para legitimar un renovado patrón de acumulación capitalista, sostenido en la destrucción de la naturaleza y en el despojo directo a territorios y pueblos enteros –indígenas y no indígenas– a lo largo y ancho de todo Bolivia, tildando, además, de conservadores a quienes se oponen a esta primera etapa (la del despojo), supuestamente necesaria para llegar al socialismo. Más allá del débil argumento –repetición renovada del desarrollismo etapista que la historia se encargó de desmentir tanto en su versión capitalista como socialista–, lo cierto es que el planteamiento de esta supuesta “necesidad histórica” del extractivismo como medio para la emancipación del pueblo boliviano, genera confusión a la hora de nombrar la reconfiguración de la dinámica de poder en el Estado Plurinacional.
Los distintos proyectos de despojo en el país –TIPNIS, Takovo Mora, Tariquía, Mallku Khota, Rositas, Chepete-Bala, Reserva Guarayos, entre otros–, no deben ser entendidos exclusivamente como proyectos locales y/o desarticulados entre sí. En realidad estamos siendo testigos de la consolidación y despliegue de la forma específica en que el Estado Plurinacional está organizando las distintas relaciones y mediaciones para la ampliación del capitalismo en una Bolivia re-primarizada a gran escala. Es decir, este tipo de extractivismo amplificado, rapaz y depredador, no es una etapa sino el armazón central desde donde se articula la dinámica económica nacional y la relación de ésta con el mundo, lo que –esto es lo más preocupante– se prefigura como el núcleo organizador de lo que Zavaleta Mercado denomina como momento constitutivo –aquello que organiza estructuralmente la dominación en un periodo largo de tiempo–. Es un patrón de despojo que ahora impulsa el MAS.
Como resultado del actual proceso de ejecución del proyecto hidroeléctrico Rositas, queremos poner en discusión algunos rasgos constitutivos de este patrón de despojo. Que si bien dichos rasgos no son ajenos a nuestra larga historia –colonial y republicana– de expoliación, su renovación, actualización y relanzamiento por parte del Estado Plurinacional ha agudizado ciertas dimensiones.
El proyecto Rositas está situado en el departamento de Santa Cruz, e implica la construcción de una hidroeléctrica sobre el Río Grande que se estima tendrá una capacidad de generación de electricidad de alrededor de 600 MW. Rositas es parte de un complejo de siete hidroeléctricas en la cuenca del Río Grande, que afectará a los departamentos de Santa Cruz, Cochabamba y Sucre, y que en conjunto producirá el doble de demanda de energía que actualmente requiere Bolivia (3000 MW). Sin embargo, solo la represa de Rositas implicará la inundación de más de 59 mil hectáreas (2), por lo que serán afectadas alrededor de catorce comunidades, de las cuales al menos tres están en territorios indígenas (3), esto sin contar todas las áreas de incidencia indirecta y “daños colaterales” que un proceso de modificación de un ecosistema de este tipo conlleva (4). En otras palabras, un primer rasgo que este proyecto evidencia es la magnitud y la gran reconfiguración territorial –natural y social– que implica en el largo plazo. Este es un rasgo consustancial al patrón de despojo boliviano, la lógica impulsada desde el gobierno tiende a funcionalizar todo resquicio posible del territorio nacional a la dinámica mercantil, ya sea en su faceta extractiva o modificando la naturaleza para convertirla en infraestructura del capital. El Estado Plurinacional viene elaborando un gran “catálogo” en el que distintas regiones del país están siendo subastadas -y algunas casi regaladas- a una escala nunca antes vista.
Lo anterior cobra mayor sentido cuando se ahonda sobre los sujetos que se benefician de estos procesos de despojo. Más allá de la defensa que el presidente Morales haga del capitalismo depredador chino (5), lo cierto es que con el proyecto Rositas los principales beneficiarios son los capitales industriales y financieros de aquel país. En septiembre de 2016 el gobierno boliviano, a través de la Empresa Nacional de Electricidad (ENDE), contrató por un monto de 1.000 millones de dólares, al consorcio de empresas chinas Asociación Accidental Rositas (AAR) –compuesta por China International Water & Electric, China Three Gorges Corporation y la Empresa Constructora Reedco SRL– para la ejecución del proyecto bajo la modalidad “llave en mano” (6). Pero esto no es todo, sino que Bolivia, para ejecutar este proyecto, tuvo que acceder a recursos económicos vía deuda externa, lo cual nuevamente conduce a los capitales chinos. Es el gran banco estatal de ese país, Exim Bank, quien financia la hidroeléctrica a partir de una deuda condicionada. Condición que Bolivia aceptó a través del Decreto Supremo N° 2574, que autoriza a una serie de empresas estatales bolivianas a contraer deuda de Exim Bank, pero señalando que las empresas contratadas para la ejecución de la misma deben ser también chinas (7); en otras palabras: deuda condicionada, como aquella que promueven los gobiernos de las grandes potencias del mundo.
En este sentido, el megaproyecto Rositas está articulado en el largo plazo al beneficio de capitales chinos, al igual que –y este es un segundo rasgo– la mayoría de proyectos de despojo en Bolivia que de una u otra manera están ligados al gran capital transnacional, no sólo chino. Desde Petrobras hasta la Shell (8), pasando por Exim Bank, Repsol, TOTAL, OAS, etc; este gran “catálogo” territorial que el gobierno ha puesto a la venta, está siendo adquirido, de manera directa o indirecta, por las grandes empresas del mundo; mientras que el rol de las famosas “empresas nacionalizadas” no es otro que el de ser mediadoras para que aquello suceda, son las que organizan, gestionan y preparan el catálogo para hacerlo más atractivo a las transnacionales.
(1) Ver: Geopolítica de la Amazonía. Poder hacendal-patrimonial y acumulación capitalista. De Álvaro García, 2013, pp. 109.