
Bárbara Brito: «Buscamos construir una izquierda anticapitalista para enfrentar a la derecha» (parte 1/2)
Ex vicepresidenta de la Fech, dirigenta del organismo feminista internacional Pan y Rosas y del Partido de Trabajadores Revolucionarios (PTR), Bárbara Brito conversó con revista DeFrente donde se abordó el anticapitalismo desde su teoría de base -incluyendo a Marx y sus revisiones- hasta la práctica e influencia en movimientos sociales.
A continuación la primera entrega de esta entrevista en profundidad.
Por Nicolás Romero
#DeFrente
-¿En qué se encuentra hoy el (PTR)?
Hoy estamos construyendo una organización anticapitalista y revolucionaria de la clase trabajadora, que gane peso en las fábricas, empresas, liceos y universidades. Tenemos también un diario digital, La Izquierda Diario, que llega a más de 200.000 personas mensualmente y queremos que gane más fuerza como una voz que enfrente a la derecha de forma independiente a la ex Nueva Mayoría, así como la revista Ideas de Izquierda que se proponga disputar en este terreno por las ideas del socialismo. Venimos de hacer un gran acto internacional y nacional la semana pasada con 600 personas en la Usach, con compañeros de Arica a Puerto Montt y delegaciones de Brasil, Argentina, Bolivia y Perú. Fue uno de los actos más grandes que ha tenido la izquierda en nuestro país el último tiempo. Nos proponemos dar un salto en fuerza militante y en influencia, con cientos de compañeras y compañeros queremos avanzar a construir un gran partido revolucionario que se proponga enfrentar a los grandes poderes de este país, los empresarios y a sus partidos, y que gane peso en numerosos sectores como alternativa política independiente de la clase trabajadora. Y no solamente en Chile, sino que a nivel mundial. Pensamos en la centralidad de los trabajadores en el sistema capitalista, para poder enfrentar tanto al gobierno de Piñera como a desafíos más estratégicos, como la crisis del régimen político que viene del 2011.
No obstante, el régimen político hoy día está cuestionado: tenemos una Iglesia con una desaprobación del 75%, partidos de la Nueva Mayoría que no repuntan, y la desaprobación del gobierno sigue aumentando. La crisis abierta tras el asesinato de Catrillanca removió la situación política haciendo despertar a sectores de la juventud, la impunidad removió el odio en sectores movimiento estudiantil y en el movimiento de mujeres también hay sectores más combativos, se dibuja un enemigo común: el Estado y los grandes empresarios. Por eso planteamos la exigencia al paro nacional y la movilización unificada, porque solo las calles y una gran fuerza unida del pueblo mapuche, las mujeres y estudiantes, tras la fuerza de la clase trabajadora podría terminar con esta impunidad, imponer la disolución del comando jungla, la desmilitarización del Wallmapu y avanzar a conquistar el derecho a la auto-determinación del pueblo-nación mapuche, única salida progresiva frente a la opresión histórica del estado capitalista chileno. Entonces, lo que estamos pensando –que es nuestra gran batalla- es cómo levantar una izquierda anticapitalista de la lucha de clases en Chile, que retome cierta tradición del marxismo revolucionario, para poder enfrentar la actual situación política. Y ahí, para nosotros es importante, primero, ciertas batallas que se han estado dando en los trabajadores, como las de los trabajadores Ferroviarios o en Komatsu, que son luchas contra los despidos. Para nosotros, lo importante es que puedan servir como ejemplo. Puede servir como un ejemplo de cómo enfrentar a Piñera y de cómo enfrentar los cierres de las empresas como Maersk, Iansa, Pastas Suazo o los despidos de Farmacias Ahumada. Y también, de cómo se tiene que organizar la clase obrera para enfrentar a los empresarios. O sea, ese es un ejemplo no sólo de lucha, sino que también es un ejemplo de qué izquierda levantar, una izquierda que promueva la unidad de los trabajadores y la alianza con el conjunto de los explotados y oprimidos.
Las luchas de las mujeres por el derecho al aborto también es importante para nosotros, porque es una lucha de reivindicación, no sólo como un derecho democrático, sino que vemos fundamental tomar las demandas de las mujeres contra la opresión y desarrollarlas, para poder unirla a la lucha contra la explotación. Luchamos para que demandas como el derecho al aborto la tomen las mujeres trabajadoras, porque estamos en un momento en que más del 40% de la clase trabajadora son mujeres. Entonces, cambia en un sentido el rostro, la cara del sujeto revolucionario clásico, no en el sentido de que cambia el qué o el desde dónde o el centro de gravedad de una batalla contra el capitalismo, sino que desde el punto de vista de sus características; desde donde poder volver a darle vida a una clase obrera que fue desarticulada desde la base y orgánicamente por la dictadura militar en Chile, desde dónde hacerle frente a una clase obrera que el capitalismo busca dividir a través de la xenofobia, la homofobia y el machismo. El movimiento de mujeres y la fuerza de la mujer trabajadora puede ser una palanca para revolucionar los sindicatos dirigidos por una burocracia machista y coorporativa, que le niega a los trabajadores el derecho a hacer política.
-¿Por qué el anticapitalismo sería un marco de referencia para construir otra izquierda que sea viable?
Porque en Chile no hay una izquierda anticapitalista. O sea, el Frente Amplio es una izquierda antineoliberal y su programa no cuestiona la propiedad privada, no cuestiona quienes son los dueños de Chile. Obviamente uno no puede homogeneizar al Frente Amplio en una sola postura ideológica, pero lo que vemos desde el programa de Beatriz Sánchez hasta los discursos públicos de las principales figuras políticas del Frente Amplio es un discurso antineoliberal. Un programa con reformas que no cuestionan estructuralmente al régimen político o al sistema capitalista, entendiendo quién hoy día tiene la propiedad de los recursos naturales, por ejemplo. Quién hoy día maneja las empresas que están contaminando en Quintero y Puchuncaví. O sea, hay cuestionamientos que son de los excesos del empresariado, pero no desde quién maneja los medios de producción. Y ahí creo que es importante; es un aspecto de diferenciación, no solamente antojadizo el llamarnos una izquierda anticapitalista, sino que una necesidad política de ver que en realidad es utópico humanizar el capitalismo. Y que es utópico humanizar los excesos sin discutir cómo atacar la raíz de la pobreza, del desempleo, de las miserias que afectan a la gran mayoría de la población. Ahora, no es un anticapitalismo en general, para nosotros los trabajadores son un actor fundamental para acabar con este sistema. Ellos echan a andar la sociedad, ellas y ellos pueden paralizarla.
-¿En qué medida la referencia a lo anticapitalista es una guía para la acción? ¿Por qué no denominarse como una fuerza socialista o comunista? ¿Por qué poner el énfasis en lo “anti”?
Somos socialistas de la clase trabajadora, somos comunistas, pero cuando nosotros lanzamos la candidatura a la diputación por el Distrito 10 del Dauno, discutimos sobre cómo hacer que nos reconocieran. Y bueno, lo socialista está en Chile muy ligado al Partido Socialista. O sea, Bachelet es parte del Partido Socialista y toda la práctica política que trajo detrás durante 20 años del Partido Socialista en gobiernos en coalición con la DC y con el PPD. Y lo comunista está muy ligado al Partido Comunista, que estaba dentro del conglomerado de la Nueva Mayoría. Entonces, ahí veíamos que lo anticapitalista no sólo nos permitía mostrar mejor quiénes éramos, sino que además era una perspectiva política realista ante el problema de la contaminación, del sistema de pensiones, de la educación gratuita, desde una perspectiva de confrontación contra los verdaderos poderes reales, los capitalistas, que se apropian de la enorme riqueza social del país, y que se proponga la conquista de un gobierno de los trabajadores en ruptura con el imperialismo y los empresarios, pues de otro modo es utópico que podamos conseguir nuestras demandas por las que hemos peleado décadas en las calles. Es decir, múltiples luchas que se han venido dando, pero que no encuentran ninguna conquista, ningún buen puerto dentro de los marcos del régimen social y político actual.
-Ustedes se definen como parte de una organización que adhiere al trotskismo como corriente internacional. En esa línea, ¿cómo se conciben para la situación nacional actual y para la regional, la lucha democrática y la lucha socialista, la lucha democrática y la lucha anticapitalista? ¿Cuáles son los criterios de distinción entre esas dos dimensiones?
Es que está ligado. Para nosotros, que sean las y los trabajadores que peleen por las libertades y derechos democráticas contra este régimen anti-obrero y anti-popular de democracias cada vez más “degradadas”, facilita la lucha por su propio auto-gobierno, uniendo las luchas democráticas y sociales desde un programa anticapitalista. ¿Va a existir democracia para los trabajadores, si es que sigue controlándolo un pequeño puñado de empresarios? ¿va a existir democracia real si es que las mujeres siguen atadas al trabajo doméstico no remunerado? nosotras pensamos que no. O sea, hay un aspecto de la democracia que requiere el cuestionamiento más profundo del sistema capitalista. Y ahí tú mencionabas a Trotsky, la diferencia del programa antiimperialista, democrático. Bueno, hay varias discusiones importantes, por ejemplo, que expresan cuáles son nuestras respuestas ante los principales hechos políticos. Argentina, es un buen ejemplo que permite ligar un programa democrático con un cuestionamiento estructural a la sociedad actual. Con la crisis en curso, con el problema de la deuda pública. Está completamente planteado hoy en Argentina, por ejemplo, una asamblea constituyente que sea libre, que sea soberana, que tenga un diputado o representante cada 20 mil personas, es decir, que sea representativa efectivamente. Esta es, para nosotros la forma más democrática que puede existir en los marcos de dicho régimen. Pero aun así, si esa asamblea se propone avanzar con medidas de cuestionamiento más estructurales al sistema, por ejemplo, con el problema de la deuda pública, con el problema del control de los trabajadores, que no sean pocos los que manejen la producción de un país, sino que puedan ser los trabajadores, ahí te empiezas a topar con un problema de ruptura con el capitalismo, en el sentido de que no va a ser por una vía pacífica. No se van a quedar tranquilos los empresarios cuando uno empiece a cuestionar todo esto. Incluso ante una asamblea constituyente, no se van a quedar tranquilos y te van a decir “sí, quítenme las empresas”. Hay una continuidad, pero no es como un deseo el tema de la lucha armada. Si uno quiere llevar un programa democrático hasta el final, es inevitable. O sea, el problema de la deuda pública es parte de un programa antiimperialista en toda Latinoamérica. En Argentina y en Brasil está completamente planteado; es una necesidad para enfrentar la crisis decir “no al pago de la deuda pública, pero sin indemnización además”. Es decir, eso puede generar evidentemente mayores fricciones con el imperialismo estadounidense, y estas fricciones son inevitables. Por eso, hay una continuidad también entre lucha democrática y la democracia hasta el final va a llevar a un programa y a una estrategia socialista.
-¿De dónde viene esta idea de la centralidad de la clase trabajadora en un continente donde los niveles de industrialización son más bien bajos, donde existen una pluralidad de actores y una inmensa masa de la población que no está integrada en la economía formal? ¿Quiénes son hoy los y las trabajadoras y en qué medida pueden ejercer un rol protagónico en el desarrollo de la lucha de clases?
Ahí hay varios debates interesantes. Hay un ideal -o una cierta imagen- que se ha forjado en la clase trabajadora y que fue parte de las grandes potencias que tuvieron las revoluciones del siglo XX. Ahora, ese sujeto ha cambiado sin dejar de estar al centro de una estrategia necesaria para vencer. ¿En qué ha cambiado? ¿Ha cambiado porque hay un número menor de trabajadores? No, en realidad nunca antes en la historia ha habido tantos trabajadores como hoy en día. Y hay un problema de industrialización en la región que es relativo, porque tanto en Brasil como en Argentina, por ejemplo, hay industrias que son muy fuertes. Acá en nuestro propio país, aunque sean menores, no es poco casi 1 millón de obreros industriales, con casi 8 millones de asalariados, es decir, trabajadores. Y son los países eje de la región; eje político, eje económico. Esos sectores industriales, para nosotros, siguen siendo el eje. Pero no es la única clase obrera. Los sectores de servicio han crecido, y también son trabajadores y pueden cumplir roles centrales en la producción. En Chile es la minería. Los sectores de la industria que le rinden servicios a la minería son sectores estratégicos, que más allá de lo cuantitativo, cualitativamente tienen un peso fundamental en la economía del país. Y otro punto son, por ejemplo, los trabajadores ferroviarios o los portuarios. Sin ellos, no hay transporte de la minería a los puertos. O sea, hay otros sectores de servicio que están en lugares estratégicos de la sociedad, que no son solamente trabajadores como definición, sino que también cumplen un rol central para desestabilizar al sistema económico y político, como el transporte público, el metro, aeropuertos. En términos estratégicos y objetivos, la situación es que hay una clase trabajadora que tiene una fuerte industria en Brasil y en Argentina. En Chile, la industria fue destruida por Pinochet, desarticulada su organización, fragmentada, pero el sector de servicio sigue siendo muy importante y, cualitativamente, también la industria y la minería. Objetivamente los trabajadores siguen siendo un factor clave para la transformación de la sociedad. Ahora, ¿cuáles son los obstáculos? El primero es una burocracia sindical que le niega a los trabajadores el derecho a la política, un izquierda como la del Frente Amplio que no combate las leyes provenientes de la dictadura que imponen una clase obrera fragmentada, sindicatos débiles sin derecho, por ejemplo, a la negociación ramal. Por ley los dirigentes sindicales no se pueden presentar a elecciones. Es que la burguesía tiene muy claro que de despertar a la vida política cuestionarán sus ganancias y sus bolsillos. Esa negación de la política que promueve el régimen y por abajo la burocracia sindical es útil para dividir, para que los trabajadores no tomen otras demandas en sus manos, como las demandas del pueblo mapuche, las mujeres o la diversidad sexual. Ha habido una feminización creciente de la clase trabajadora en el mundo. Esto, además, está combinado con un movimiento de mujeres que no ha parado de avanzar. Si uno piensa, fue uno de los pocos movimientos que ha sorteado en un sentido los embates del neoliberalismo, que no obstante ha intentado de cooptarlo durante los noventa de la posdictadura. La llamada “oenegeización” del movimiento de mujeres, fue eso: intentos del neoliberalismo, por cooptar la lucha de los derechos de las mujeres. Pero por ejemplo, otro movimiento más allá del 1 de mayo de los trabajadores, que tenga un 8 de marzo a nivel mundial coordinado, y con demandas ofensivas. Intentaron ponerle el día de la mujer con flores, chocolates, pero no les resultó. O sea, ahora en todo el mundo empiezan a levantarse huelgas generales. En España, el año pasado se levantó una huelga general; ahora se prepara otra. Entonces, el movimiento de mujeres puede influenciar a un enorme sector. En Argentina, con las movilizaciones por el derecho al aborto, influenció a sectores de la clase trabajadora. O sea, desnaturalizar la división que imponen tanto las burocracias sindicales como los empresarios, puede ser una vía para despertar a la clase trabajadora.
-Quizá esto puede tener que ver con dónde está el centro de la clase trabajadora, la distinción de trabajo. ¿Cuál es la relación entre el feminismo y esta revisión de los clásicos marxistas?
El marxismo clásico centró sus estudios en el problema de la explotación capitalista, no profundizó en el problema de la reproducción de la fuerza de trabajo, como reproducción (parto), las tareas de cuidado o el trabajo doméstico. Tithi Bhattacharya tiene una definición para debatir con Silvia Federici. Ella es parte del feminismo norteamericano que firma el manifiesto del feminismo del 99% con Nancy Fraser y Angela Davis, es académica y tiene un estudio sobre el problema de la reproducción social del trabajo. Tithi Bhattacharya lo que hace es rescatar el marxismo para plantear que lo que hizo Marx fue teorizar sobre sólo un aspecto, la explotación capitalista, pero no desarrolló mayormente sobre el problema del trabajo doméstico. Tithi Bhattacharya no contrapuso el trabajo productivo a la cuestión de la reproducción de la fuerza de trabajo, lo que hizo fue buscar definir y desarrollar este punto. Lo situó en un segundo circuito de producción que no produce valor de cambio, sino valor de uso, y es un segundo circuito porque de todas formas termina vendiéndose en el mercado. Es una diferencia con posiciones como las de Federici que pone su centro o el “punto cero” del capitalismo y el patriarcado en el hogar y el trabajo doméstico no remunerado, para Bhattacharya sólo tiene sentido en función de la explotación capitalista de la fuerza de trabajo en las fábricas y empresas.