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Banco Central pide línea de crédito al FMI por 24.000 millones de dólares

Por Nicolás Valenzuela

 

Una de los sacrosantos y friedmanianos dogmas del modelo neoliberal, instituido a nivel constitucional en los tiempos de la tiranía, consiste en la autonomía del Banco Central.

 

La autonomía del Banco Central no es otra cosa que consagrar un hecho antidemocrático y mantenerlo en el tiempo: las clases dominantes decidirán, sin discusión pública o política alguna, la política monetaria del país. Claro pos hom, no se puede poner en duda o entregar a la opinión de los rotos los sagrados términos del consenso de Washington.

 

Así las cosas, la “economía” no es otra cosa que los intereses de las trasnacionales y las oligarquías, avalada y legitimada por una vasta corte de tecnócratas y burócratas que día a día nos remarcan en imbricado lenguaje que es un tema técnico y no político.

 

Es en este contexto que el Banco Central pidió, sin debate o discusión pública, una línea de crédito de 24.000 millones de dólares al FMI pensado en la salvaguarda del sistema financiero. Institución que, hecho público y notorio, está lejos de velar por el bienestar de los países y no es más que parte de la máquina política y económica de los EEUU y sus aliados.

 

No es un préstamo para gasto público y por lo tanto no contempla las draconianas condiciones o medidas conocidas recientemente como paquetazos como el que vimos en Ecuador. La línea de crédito flexible está pensado para mantener la estabilidad del sistema financiero y el sistema primario exportador ante eventuales crisis externas. Sin embargo, sus efectos siguen siendo un misterio. A la fecha Polonia, México y Colombia, tres obedientes naciones neoliberales, han pedido esta línea de crédito flexible, sin embargo, ninguno de ellos lo ha ocupado. En el actual contexto de crisis global es probable que estos fondos se ocupen efectivamente.

 

Considerando que más del 40% de la recaudación fiscal proviene del IVA si este mecanismo crediticio, pensado en salvar a las grandes empresas, se llegara a ocupar, el peso del pago recaerá principalmente sobre las espaldas de las y los trabajadores.

 

Durante años, los concertacionistas y los pinochetistas nos cuentiaron con que si había plata no podíamos usarla en el gasto público y que era para los tiempos de las vacas flacas. Hoy, en plenas vacas flacas, vemos cómo esa plata no existe para la ayuda social y tampoco para salvar el sistema neoliberal. Perfectamente podría decirse que fuimos víctima de una estafa a escala estatal por parte de los amigos de la transición.

 

Por último, y para sorpresa de nadie, está en la historia que la última vez que Chile recurrió al FMI fue en 1983, en plena tiranía.

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