
Balance Constituyente «En el plebiscito del 2020 se expreso deseo de nueva constitución sin participación del congreso en su redacción» Marco Enríquez Ominami
Por: Nicolás Romero
Los resultados de la reciente elección a representantes constitucionales ha abierto un debate sobre los resultados marcados por la mayoría republicana, la caída del gobierno y la alta votación por la opción nulo y blanco. Le solicitamos un balance a Marco Enríquez Ominami y nos comentó: «En el año 2020, enfrentamos un plebiscito en el que el país expresó claramente su deseo de una nueva constitución y de que el actual congreso no tuviera participación en su redacción. Lamentablemente, este proceso fue conducido de manera frívola por una mayoría de dos tercios de centro izquierda, encabezada por el presidente electo, Gabriel Boric, quien obtuvo una enorme votación.»
Chile ha experimentado un crecimiento económico mediocre que ha quedado lejos de cumplir con la promesa de la inclusión. Aunque este crecimiento ha logrado reducir la pobreza, no ha sido suficiente para abordar la desigualdad, a pesar de las grandes expectativas generadas en torno a la inclusión social.
En el año 2019, como todos sabemos, la sociedad chilena estalló en protestas, las cuales contuvieron en muchos casos elementos de violencia. En el año 2020, enfrentamos un plebiscito en el que el país expresó claramente su deseo de una nueva constitución y de que el actual congreso no tuviera participación en su redacción. Lamentablemente, este proceso fue conducido de manera frívola por una mayoría de dos tercios de centro izquierda, encabezada por el presidente electo, Gabriel Boric, quien obtuvo una enorme votación.
El plan económico implementado por Boric se asemejó más al del expresidente Piñera que a un programa económico progresista. Además, el país enfrentó la inflación más alta en 30 años, un serio problema de inmigración irregular y graves preocupaciones en cuanto a la delincuencia, que se mezcla con el narcotráfico. En lugar de implementar políticas heterodoxas y contracíclicas en un enfoque conservador, el gobierno se enfocó en ganar el plebiscito. Sin embargo, ocurrió exactamente lo contrario, ya que el país rechazó el texto constitucional debido a que no respondía adecuadamente a la pregunta y no fue ampliamente leído. De hecho, el voto fue en contra de lo que el texto representaba, que era un respaldo al gobierno. Fue un plebiscito sobre el gobierno en sí.
De manera equivocada, el presidente de la república impulsó un segundo proceso constituyente, esta vez con cierto tutelaje, atendiendo solo a una parte de lo que el país demandaba: una nueva constitución, pero ignorando la otra parte que dejaba en claro que el Senado y la Cámara de Diputados no debían tener un papel protagonista. El resultado tiene su lógica, no es irracional, a pesar de los intentos de algunos sectores de plantearlo como un fracaso del liderazgo de izquierda.
Ahora es crucial buscar la máxima unidad y que el presidente de la república dé un golpe de timón. Se necesita un cambio de gabinete radical, no solo superficial, sino radical en términos de economía, seguridad y conducción política. La unión máxima dentro de la centro izquierda es nuestra única esperanza.
Y paradójicamente, después de debatir durante 30 años cómo salir de la Constitución de Pinochet y del régimen dictatorial, ahora nos encontramos en la situación de que la nueva Constitución será redactada por el hijo predilecto de Pinochet, un ferviente seguidor y admirador del dictador, alguien que ha defendido a los peores torturadores y asesinos en la historia de Chile, José Antonio Kast. En cierto sentido, tiene sentido que el proceso haya fracasado, ya que un segundo intento en estas condiciones era algo patético. Sin embargo, lo que resulta sorprendente es que el país haya entregado a esta figura, sin ningún poder de veto, una mayoría abrumadora.
«La izquierda no ha logrado construir una opción transformadora y protectora, una opción que aborde la soberanía, la dignidad, la protección y la defensa de un modelo transformador.»
Es un resultado que tiene su lógica, ya que nuevamente se trata de un plebiscito sobre el gobierno. También es comprensible que el país no quiera enfrentar un segundo proceso constituyente después de haber dedicado un año entero como sociedad a debatir sobre las nuevas normas constitucionales. Además, tiene su lógica porque este segundo proceso está impulsado por el establishment, la élite del sistema político que se encuentra en decadencia.
Entonces, el resultado no carece de lógica, aunque nos cause dolor. El triunfo de un partido de extrema derecha también tiene su lógica, ya que representa una mayoría relativa poderosa que depreda a la derecha tradicional. Por otro lado, la izquierda no ha logrado construir una opción transformadora y protectora, una opción que aborde la soberanía, la dignidad, la protección y la defensa de un modelo transformador. Frente a esta realidad, es lógico que alguien proponga poner fin al proceso constituyente y abordar los temas prioritarios, como la delincuencia, la inmigración irregular y la necesaria política económica que proteja a los trabajadores en un contexto de bajos salarios y problemas de ingresos. Todo esto tiene su lógica, no es un resultado ilógico.