
Angelo Escobar, gran juglar chileno
Por Mauricio Artés, Omar Varela y Nazarin Tejias
Hace unos pocos meses, Angelo Escobar, conocido cantautor oriundo de Las Compañías, en La Serena, ha dado luz a su primer disco de estudio, De Juana, que el 19 de junio estará íntegramente disponible en Spotify y otras plataformas digitales. «¿Sabían que Paco de Lucía se puso así porque su mamá se llamaba Lucía? He pensado algunas veces en ponerme Angelo de Juana», nos comentaba hace unos años el trovador, mientras compartíamos luego de un concierto. Se reía de la respuesta: «eso suena a nombre de caballero, de hidalgo medieval». Algo de profunda razón había en esa decisión no tomada por este verdadero juglar de nuestro tiempo.
JUGLAR
Más de 10 años lleva este prolífico cantor componiendo cientos y cientos de canciones, viajando ininterrumpidamente por todo Chile con su guitarra al hombro, cantando en las plazas y arterias de incontables ciudades, en numerosos eventos sociales y políticos. Es sorprendente pensar también a su público (ese público que siempre termina de realizar, en todo arte real, lo que el artista propone): una audiencia bastante grande y aguda. Algo simplemente bello, un potente símbolo del poder de su canto feraz, pues esa fiel audiencia ha sido conseguida sin la masiva palestra de la radio, de la televisión, sin ser impulsado por la mezquindad comercial de alguna importante discográfica. Nuestro juglar no tiene santos en la corte. Es su ímpetu, y su profunda conexión con las formas y las sensibilidades de nuestro pueblo, lo que ha hecho posible esa maravillosa recepción. Basta mirar alguno de esos invaluables registros que andan circulando por YouTube para darse cuenta de la enorme diversidad de su público: jovenzuelos y jóvenes, niñas y niños, adultos, viejos, de todo tipo.
En este precioso y poco común hecho se camufla, como anunciábamos, la capacidad del cantor para darle cauce expresivo a las inquietudes, a las desesperanzas, al humor, a las amenazadas alegrías y fantasías de nuestra gente, de este tiempo. En un primer nivel esto es muy evidente, pues en el gran repertorio de Angelo encontramos grandes cantos: al amor y al desamor, al bilateral, a la familia, al amor a la humanidad; cantos a la decepción con uno y con el mundo; a la añoranza, la esperanza y la naturaleza; hay cantos sobre la humillación, sobre la miseria de la vida; cantos-aullidos en contra de la sordidez y la explotación, que anunciaban certeramente esa ira que explotó en octubre; cantos que dan forma a la tristeza, a la angustia, a la posibilidad de la rebeldía que aún no emerge organizada; cantos de una ironía o un humor perspicaz, cantos que alumbran las alturas y recovecos más oscuros de lo humano, sea en canciones distintas, sea magistralmente en una misma canción. Canciones que interpelan directamente al público.
Su obra, como cuerpo, y muchas veces cada canción, expresa orgánicamente la complejidad contradictoria de la vida en su totalidad, en todos sus aspectos, en su sencillez y su tragedia, sin moralismos ni abstracciones deshumanizadoras. Sin embargo, fuera del contenido expreso de las canciones, de manera un poco más sutil, su calidad de intérprete de un pueblo y de un tiempo se ve en lo propiamente estético, en la forma o el modo de decir: en su poesía, una lírica viva por la contradicción de la propia vida, una poesía llana, y al mismo tiempo llena de ecos y susurros, como el hablar de nuestro pueblo. En su guitarra indomable, arpegios de una ternura inesperada, angustias que expresan todos sus matices en un juego de arpegios y rasgueos armónicos y atonales, unidos en una canción magistralmente solo por la voluntad de querer decir; silencios tenues, que expresan un viejo deseo de calma y concentración entre estos días desbordados de ruido; ritmos y rasgueos de enorme variedad, que alumbran los distintos matices y niveles de nuestra acumulada violencia rabiosa; volúmenes que pasan de la ira estrepitosa al desengaño cabizbajo, a la esperanza más dulce, todo con una magnífica alternancia de fervor y de delicadez en la interpretación, según sea conveniente para el sentido de lo interpretado. Un canto tan sincero como la realidad. Un canto profundamente político, no panfletero. Una gran voluntad, que conoce bien la miseria y las desgracias de la hegemonía neoliberal, y que busca las palabras precisas para ponerle forma a su tiempo de sufrimientos, para decirlo; un canto de una gran inteligencia: como se puede ver, una claridad en nada parecida a la luz, que muestra la gran categoría que tiene este cantor para trabajar la conciencia de nuestro pueblo, en nuestro tiempo.
CANTOR POPULAR
Como puede ser más o menos claro luego de esta breve exposición, creemos que estamos ante un auténtico cantor popular. Ante un cantor cuya historia es verdaderamente inusual, sino inédita, en la historia de nuestra música. Un cantor que sin el apoyo económico e ideológico de los Partidos, y luego del Estado –como sucedió con ese bello movimiento que fue la Nueva Canción Chilena–, que sin el trampolín mercantil de la mediana y gran industria de la música –como aquellos cantores enchapados de folclor– ha podido alcanzar un notable público, con el apoyo sencillo de las redes más “subterráneas” de creadores que andan repartidos por nuestra larga franja, y por supuesto, con el apoyo de sus propios oyentes. Un trovador que se hizo camino cantando por Chile, solo con guitarra y voz, hasta lograr congregar cientos de personas, muy regularmente, en las plazas de nuestras ciudades. Esto fue posible gracias a un gran esfuerzo y convicción. Pero, de manera mucho más fundamental, fue posible por el papel que cumple Angelo Escobar en la tradición fecunda del canto popular chileno y latinoamericano. Esta gran tradición, siempre desde las formas populares, ha cumplido el rol de interpretar los procesos sociales profundos en que se embarcan los pueblos, y sus consecuencias concretas, tanto en nuestras personalidades, en nuestras relaciones humanas, en nuestra forma de rabiar, de amar y de reír. como también en nuestras relaciones con el Estado, con el Capital, con el poder. Precisamente, ese es el papel que nuestro trovador, de hecho, realiza: actualizar toda esa serie de ámbitos de reflexión, siempre presentes en la canción popular chilena, a nuestra vida actual. Un joven que crece y canta en el Chile de la frenética farándula, del espectáculo que entretiene a la ira acumulada; en el Chile en que ya se ha perdido todo vestigio de pudor por parte de los agentes políticos de las clases dominantes; en el Chile de la gran hipocresía; en el Chile de la transición, el del sobrendeudamiento generalizado, el de las transnacionales, donde las lógicas mercantiles y burocráticas han invadido y empobrecido toda esfera de la vida social (incluido el arte, cómo no); un cantor que, en síntesis, es hijo del Chile que tan bien conocemos: cuna del neoliberalismo. Algo que, de manera evidente, no pudo hacer la Nueva Canción, ni aquellos cantores más viejos que no logran comprender a cabalidad ni expresar las nuevas lógicas de nuestra vida. Algo que tampoco pueden hacer algunos jóvenes, obnubilados con los destellos de la fama, cueste el estilo y el contenido que cueste.
Un camino para nada exento de dolores y frustración, claramente. La independencia de Angelo Escobar, tanto del mercado como de un Estado al servicio del mercado, tiene implicancias directamente estéticas (aquellas que hacen que sea, como hemos argumentado, un gran cantor popular), que valoramos profundamente. Pero tiene también consecuencias en lo más elemental de la vida del artista: básicamente, cuando se entrega la vida a la música, hay que ver cómo parar la olla. He aquí la amenaza más grande del artista independiente. En este sentido, a nuestro parecer, la única manera satisfactoria que tiene un artista popular para sobrellevar la vida independiente con la soberanía creativa, es el alza, el ímpetu y la organización del Movimiento Popular. En los procesos históricos, cuando los pueblos rompen el letargo y se organizan, formando progresivamente redes complejas de lucha, de subsistencia, de recuperación de recursos y autogestión, cuando surgen numerosas instituciones populares, la belleza de la tremenda experiencia siempre acerca a la gente, naturalmente, a sus artistas: a aquellos que expresan su propia vida y la belleza de su propia lucha. Con todo esto salen a flote, boyantes, los grandes artistas del pueblo, que son independientes, sí, siempre, pero nunca de los pueblos, del Movimiento Popular del que son testigos, donde su arte se completa y se hace tal. Esperemos que octubre haya marcado en Chile este proceso progresivo de organización en alza, por el bien de nuestra cultura, por el bien de nuestra gente en esta larga noche del neoliberalismo. Y claro, por el bien de nuestro cantor, que con su obra nos recuerda una vieja y contundente proposición, escrita por uno de los más grandes creadores de nuestra historia: “Por todo aquello, la gran faena política del creador estético es la gran faena artística”.
DE JUANA
Como es de esperar, todas estas cosas que hemos dicho del trovador se expresan en De Juana, disco dedicado a su madre, compuesto en su mayoría por canciones creadas hace ya bastantes años. El cantor nos regala, tal y como en Un montón de espejismos y en el Ciclo Acústico Radio Galáctika (sus dos discos “no oficiales”, disponibles también en YouTube) un disco genial. Un disco bellamente complejo, vehemente, durísimo, que muestra la difícil lucha contra la desesperanza pandémica en que somos criados. A nuestro parecer, en líneas muy generales, La esquina y Perfecto –la primera y última canción, respectivamente– son los potentes cantos que expresan la idea esencial del disco: el gran origen y la gran interpelación del cantor al mundo, animados por la ira que genera la desfachatada injusticia, la monotonía frenética, sórdida, desdeñosa, criminal de la vida dividida. En esa línea, canciones como Angelito, viejo amigo, Rutina y Déjale saltarte, nos parecen expresión de esa misma interpelación a uno y al mundo, de ese odio a la indolencia de nuestro tiempo, de esa misma ira, que va y viene del ímpetu vital a la desesperanza profunda. De las poesías y las músicas de estas canciones se desprende claramente, entre muchas otras cosas, que el cantor es consciente e intuye el colosal tamaño de la bestia que está detrás de las angustias y desesperaciones que colman todo: desde la miseria asesina de nuestros barrios hasta la hipocresía colorida que administra al mundo en la destrucción. Todo este gran tema, sin embargo, tiene un cierto contrapunto en otra línea muy clara del disco: aquella que ahonda en los distintos aspectos del amor y el desamor profundo que, muchas veces, es lo que nos permite mantenernos en pie en una vida llena de ofensas y dolores. Canciones de ese amor que se cuestiona directamente su propio legado histórico, su libertad truncada y sus posibilidades (Compañera, Oye, yo te quiero); canciones de la más hermosa ternura y optimismo (como en El marfil en su elefante); canciones que, de entre todo lo triste y lo perdido, nos muestran que el amor es el único camino para dar vuelta la tortilla garrafal de la lucha de clases (Ella y él). Finalmente, a nuestro parecer, Libélulas es simplemente otra cosa. Una maravilla de esas que salen volando de las manos de grandes creadores, de esos glotones de la fantasía, tan necesarios hoy en día. Una composición grandiosa, algo intrincada para sus nuevos oyentes, pero en la que se mueve, en la que tienen sus ecos, de muchas maneras, todas las demás canciones. Una canción que alumbra la mismísima relación del canto, del arte real con la vida.
Es De Juana un disco hecho simplemente a madera y voz, que expresa en esa sencillez, como todo canto popular, un amor fiel, militante, por lo esencial humano, aún hoy, entre tanto chirrido, entre tanto ruido y creación computacional. Una opción, claro, entre otras, pero de una gran valentía y convicción. Una opción que se puede percibir fácilmente también en la carátula, en la sencillez del dibujo (hecho por el propio trovador), en lo elemental de su contenido. Sin embargo, la sencillez del dibujo sugiere también otras cosas. Vemos un ser anónimo, en calma, desnudo, ni triste ni feliz, ni satisfecho ni resignado, en cierto trance frente a la monotonía de su ambiente parduzco y oxidado, que lo atraviesa todo, menos aquella ventanilla negra; una jaula que queda con el pecho negro de vacío luego de echar a volar el canto; un ave que no puede dejar de mirar atrás mientras carga el impulso de su vuelo: una serie de cuestiones que tienen total armonía con los contenidos del disco, con su confianza y su desesperanza, con la obstinación por lo sencillo, por lo elemental, por la sinceridad de la representación artística, que lucha contra los poderes omnipresentes del Estado y el Mercado, dominadores del mundo público y de la privacidad más honda de las personas. Muchas cosas que podrían decirse, pero mucho mejor escuchar directamente, y pensar y sentir desde esa experiencia.
No está de más decir que todos estos comentarios que hemos hecho son bastante generales, meras sugerencias, y que la riqueza de las distintas canciones desborda con creces esta generalidad. Desde el 19 de junio, todos quienes no tengan la escasa primera edición física del disco, pueden ahora escuchar De Juana por todas las plataformas digitales. En YouTube pueden encontrase actualmente muchas de las cientos de otras canciones inéditas de Angelo Escobar, gran juglar chileno.
Victoria campillay
Angelo, tu música es arte, de esas que se escuchan y no se ven. Es simplemente increíble la forma en que dices las cosas en tus canciones, la guitarra es parte de ti, y tu canto es algo totalmente fantástico, anhelo poder ir algún día a uno de tus conciertos y poder presenciar en carne y hueso tus maravillosas canciones.
Fidel Jofré
Gran aporte para el trabajo sobre la obra de un cantor inaudito, hasta ahora poco estudiado y escuchado!
luciano r
esta funado???
Victor de Guadalupe
El Angelo y la fuerza intrínseca de la verdad verdadera q atraviesa su pecho. Emos compartido, somos de la compa. Me alegra mucho que Juana este sonando. ayer escuche el disco, en silencio, con una agüita de Menta… Abrazos Na…
Dago
Extraordinario Angelo Escobar, la sinceridad de su música y letras hace que sorprenda en cada canción. A seguir disfrutando de estas grandes canciones. 👍👍👍
Frank Carvajal robledo
Bueno yo a Angelo lo conozco desde la media estudiamos juntos éramos amigos arto cariño aún le tengo lo bi tocar sus primeras notas es una persona muy perseverante un buen amigo un buen compañero un gran papá, hermano e hijo me alegra dónde está haciendo lo que le gusta aparte del dibujo me recuerdo de las caricaturas que nos hacía jajjaja te felicito Angelo me enorgullece conocerte te admiro como músico sigue así un abrazo grande
Angelo
Muchas gracias querido Frank, yo guardo también muy buenos recuerdos de tu amistad durante el liceo y también fuera de él, las veces que nos hemos visto nuevamente. Te mando un gran abrazo y espero que estés muy bien igual hermano, cuídate mucho siempre, harto cariño y amistad!
Omar Varela y Narazín Tejías
Hay un error en la autoría: en vez de decir Nicolás López (famoso por sus pillerías) y Tomás Zamora, debiese decir Omar Varela y Nazarín Tejías, quienes son los verdaderos autores. Los otros dos no pasan de ser unos meros plagiarios.
En fin, buen artículo de un gran juglar chileno.