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«Ana Claudia» por Pablo Monroy Marambio

Ana Claudia

Pablo Monroy Marambio

Se dice que no hay publicidad mala, y probablemente esta columna termine contribuyendo finalmente a lo mismo. Si así fuere, me disculpo de antemano, y, esperando que el desagravio me valga, espero dedicar mis líneas a personajes como estos la menor cantidad de veces que sea posible hacerlo.

¿Conocen el caso de Ana Claudia Graffi?

Ana Claudia es una brasileña, que, de un tiempo a esta parte, se ha hecho conocida por ser una de las principales voces que piden la destitución del presidente de su país, Jair Bolsonaro. El detalle es que Ana Claudia es una votante de derecha, y fue, de hecho, una de las más fanáticas prosélitas del líder ultraderechista, mientras éste estaba en campaña para dirigir el Palacio de Planalto (sede del poder ejecutivo brasileño).

Desde enero de este año a la fecha, los dos más importantes grupos derechistas del país, el Movimiento Brasil Libre y la organización Ven para Rua (Ven a la Calle), que en su momento dieron su respaldo al actual presidente, han organizado sendas manifestaciones en contra del mandatario, cuyo principal motor es el negacionismo de Bolsonaro frente a la pandemia, a la que ha catalogado como “gripe menor” en más de una oportunidad.

Brasil actualmente acumula 563.151 muertos por Covid-19 y un total de 20.165.672 de contagiados, número ciertamente alarmante si consideramos que dicha cantidad de contagios supera al total de nuestra población nacional en Chile. Ahora bien, aunque proporcionalmente hablando, dichas cantidades significan “apenas” un 2,66% y un 9,48% para muertos y contagiados correspondientemente, en un país con 211 millones de habitantes según indicó el Banco Mundial a 2019, de todas formas dichas cifras ubican a la nación carioca en segundo lugar mundial de fatalidad, después de Estados Unidos y en tercer lugar a nivel mundial en cuanto a contagios, después de India.

Pero, además de la crisis sanitaria, que, por cuestiones obvias, es considerada “lo urgente”, en Brasil también ha reflotado el escándalo Lava Jato, que no afecta solo al país y que además, constituye el caso judicial anticorrupción más grande e importante de Latinoamérica. Tales antecedentes han sido igual de oportunos para todos los sectores que hoy piden la destitución del presidente, para con ello engrosar los argumentos por los cuales ya no sería posible que Jair Bolsonaro continúe al mando de la nación.

Es pertinente recordar aquí, que dadas las implicancias y acusaciones que este caso tuvo (cuya variable, Odebrecht, también golpeó en nuestro país), terminó preso el ex presidente Luiz Inácio “Lula” Da Silva y posteriormente, la ex presidenta Dilma Rousseff fue destituida de su puesto, no terminando su mandato, justamente por las acusaciones que la involucraban en este caso. En esas acusaciones encontró buen cimiento Jair Bolsonaro, para levantar su candidatura como la promesa del fin de esos “viejos engaños de la clase política”, en el máximo despliegue de una de las más clásicas tácticas del fascismo; la oferta de paraísos tan ilusorios como inmediatos. Hoy, Sergio Moro, que fue ministros de justicia de Bolsonaro y que antes, como juez, encerró a Lula, acusa a Jair de permitir el retorno de la corrupción de la que él mismo Moro fue parte.

«Vine a mostrar mi indignación y me rechazo al fraude electoral del que fui víctima. Yo voté en el presidente Jair Bolsonaro, ayudé a que llegara al poder, luché y participé en campañas en todo Brasil. Y hoy estoy aquí pidiendo su destitución (…) vine aquí a pedir la destitución de ese traidor. Traicionó a Brasil. Abandonó las pautas anticorrupción; entregó Brasil en las manos de los partidos clientelistas; está aliado con los que no vale nada y hoy vemos su negacionismo, fuera de lo común, ante una pandemia que ya deja más de 214.000 muertos» eran las declaraciones ante las prensa, de las manifestantes derechistas, una de las cuales señalaba sin ningún empacho, que la polera que vestía, en donde se leía la solicitud de destitución del actual presidente, era la misma que había usado para pedir la destitución de Dilma.

 

Pienso en todas estas cosas y me es imposible no extrapolarlas a nuestra realidad.

Chile, a la fecha (contado desde el 04 de marzo de 2020, según las cifras oficiales de gobierno) acumula un total de 30.081 muertes y 1.620.854 contagios, lo que, de acuerdo a la proporción por la cantidad de habitantes del país, nos significa un 1,57% y un 8,47% para muertes y contagios correspondientemente, del total de los 19.116.209 de connacionales que somos.

A diferencia de Bolsonaro, Piñera en todo momento se ha mostrado sumamente diligente respecto de las gestiones necesarias para contener la pandemia en nuestro país, sin embargo, expuestos los números y sin negacionismo existente (al menos expuesto) por nuestros suelos, de todas formas estos porcentajes no distan significativamente de los brasileros.

Esto, sumado a que, en todo momento, el discurso de nuestro primer mandatario rara vez obedece a sus acciones. Baste recordar la apertura del ataúd de su tío pedófilo, o su paseo sin mascarilla por Cachagua; mismo lugar en el cual, dicho sea de paso, no se ha pagado aún ninguna de las 37 infracciones cursadas a los asistentes a las bulladas fiestas que llevaron a cabo en el verano en dicha zona, cuyo monto total asciende a más de 186 millones de pesos, y entre cuyos asistentes figuran hijos de algunos políticos actualmente en ejercicio, según consta en la acusación del CDE al Seremi de Salud de la V Región.

¿Por qué nuestro presidente sigue pudiendo zafar tan bien de los distintos intentos de acusaciones constitucionales que se han hecho en su contra, ya por su responsabilidad con la víctimas del estallido, ya por su responsabilidad con la víctimas de la pandemia, ya por sus extremadamente cuestionables conflictos de interés de diversa índole?

Llama la atención, entonces, que a diferencia de lo que hemos podido ver en Brasil, en donde quienes antes eran los más fervientes seguidores de su presidente hoy se unen a la oposición, con tal de lograr la renuncia del primer mandatario (cuestión aun en curso, y cuyas últimas manifestaciones han logrado que miles de manifestantes, en más de 400 ciudades, se volquen a las calles). Dada la evidente incompetencia del mismo, acá, ha sido la oposición la que se ha unido al oficialismo para que la solicitud popular de destitución de Piñera, no progrese pues sumiría al país en un “caos innecesario”. La misma diputada Adriana Muñoz, a quien Piñera y su gabinete dejaron “hablando sola” en febrero pasado en La Moneda, declaraba, mientras era presidenta de su cámara, que no era “partidaria de que a Piñera le pasara lo mismo que a Allende”. Tal nuestra Fauna Política.

Pero, ¿es solo esa fauna? Finalmente, nuestros políticos son tan chilenos como el resto de todos nosotros y muchos de ellos han tenido un origen humilde y, ya instalados, no han sabido resistir las tentaciones del poder, sucumbiendo ante él y traicionando a su origen, tal como pasó con René Alinco, solo por nombrar un caso.

¿Es posible una Ana Claudia aquí entonces…la aceptaríamos?

En Chile tenemos el problema del perrito maltratado, cuestión por la que no pocos en su momento teorizamos sobre la fuerte identificación que nos significó el Perrito Matapacos, quiltro, como la mayoría de nosotros.

Cualquiera se ha encontrado con la triste situación de que, frente a un simpático perrito de la calle, le intentamos hacer cariño y éste retrocede temeroso. Y, aunque uno posea algún alimento que brindarle, aquí la situación ya requiere de mayor tiempo de nuestra parte, pues, aunque el animal muera de hambre, muere antes de miedo y desconfianza y debemos invertir entonces el tiempo necesario hasta que el perrito al fin se nos acerca.

¿Es solo un asunto de tiempo?

 

La incombustiblemente odiosa María Teresa Marinovic, constituyente, no en pocas oportunidades ha disparado en contra del gobierno de Piñera, sin embargo, ni ella y gran parte de los oponentes que siempre esta tan dispuesta a señalar, se resuelven, hoy por hoy, a emprender las acciones legales y políticas necesarias con tal de que ese “responsable de todos los males”, pague como debe hacerlo.

No es difícil adivinar los objetivos de su sector, aun cuando los discursos a veces se parezcan. Por supuesto, no es solo cuestión de tiempo en nuestro caso. De fondo, e innegablemente, esta la deuda pendiente en temas de justicia y derechos humanos, de cuyo sector violador Marinovic es incuestionable parte.

Pero, más allá de estos detalles evidentes, en lo que pienso, o a dónde busco llegar en esta exposición, es a ese carácter tan necesario de superar, en donde, por dañados como estamos, no queremos aceptar ni el cariño ni el alimento de nadie que no cumpla con cierto canon puro, mariano, literalmente.

Anhelamos la salvación y el cambio con todas nuestras fuerzas, pero al mismo no estamos dispuestos a soportar que el posible portador de las soluciones que tanto queremos, pueda ser tan falible como cualquiera de nosotros. Así como antes, seguimos viendo ahora que “Jadue ha hecho maravillas en su comuna, pero es muy arrogante”, “Boric promete, pero es muy joven, vale decir, maleable”, o bien, “traicionó al pueblo con su firma”. La machi Francisca Linconao merece todo el respeto del mundo en tanto autoridad ancestral, pero como constituyente “puro alega”. Y así mismo, la opinión pública general respecto a la Convención, es de que “están puro perdiendo tiempo”. “Se volvieron igual que el resto”, es lo que se puede leer fácilmente en redes sociales por estos días, referido al supuesto escándalo por el aumento de las asignaciones de la Convención, el que no es cierto, de hecho.

Esperamos que nos salve un ser virgen, ojalá mujer, pero con la fuerza del padre, quien, ante la menor muestra de debilidad será merecedor inmediato de todo nuestro repudio. Y en eso nos llevamos, descartando púgiles probables para dar la pelea a ese enemigo “poderoso e implacable” que nos gobierna, mientras le seguimos haciendo el juego exactamente a ese que tanto decimos odiar. Es exactamente lo que están consiguiendo todo el sector del Rechazo, con su campaña constante de desprestigio de uno de los hechos sociohistóricos más relevantes de las últimas décadas.

Lo que en Brasil con Lula y luego con Dilma, pasó aquí, guardando las proporciones, con Michelle Bachelet. Solo que aquí, a diferencia de allá, seguimos odiando a la ex presidenta, por todo eso que nos dicen que hizo, aun cuando los hechos ya han demostrado que no todo fue su responsabilidad. No olvidemos que en 2018, Paul Romer, ex economista Jefe del Banco Mundial, reconoció que se manipularon las cifras para perjudicar a Bachelet, y con ello, asegurar la candidatura de nuestro actual presidente,  y peor, que gran parte de quienes eran sus “allegados” en ese entonces, son quienes hoy están detrás de la campaña de la muy probable nueva presidenta de la nación, Yasna Porvoste.

Esto ya lo hemos visto antes, cuando personas hoy declaradas demócratas, rasgaban vestiduras en su momento e incluso ordenaban no recoger la basura de ciertos consulados, cuando les tenían detenido a su amado dictador en Londres. Hoy, todos ellos, los renovados y quienes dicen oponérseles, siguen trabajando juntos aquí en nuestro país, mientras siguen usufrutuando de este carácter nuestro tan religioso, vale decir, ingenuo, de no aceptar líderes con mácula.

 

Si nos encontráramos ahora con una Ana Claudia Graffi, en vez de utilizar su “desencanto” como aliada mientras sea necesario para lograr nuestro objetivo, descargaríamos de inmediato con ella nuestra rabia por tantos años de injusticias. Y esta es una probable razón del por qué nadie hace nada por revelar el paradero de los que aún nos faltan.

La herida abierta es buen negocio político.

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