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“1905-1906-1907 – Años de hambre y matanzas – La masacre obrera de la Plaza Colón”

#MemoriaPopular

Por Catbriel Cardozo Silva

 

«Corría viento y era una de las pocas almas que quedaron en las calles, la tierra y las piedrecillas que se colaron en sus zapatos mientras corría, lo hicieron detenerse. Se agachó y se dispuso a quitarse el calzado cuando un improvisado panfleto voló hasta sus manos, en donde leyó»

¡Con la colación NO!

 

Noviembre de 1905

Señor, los maquinistas se niegan a encender las locomotoras y los paleros no las están cargando, piden hablar con usted.

“El administrador desde el escritorio levantó la vista con atisbo de rabia y respondió;

 ¿qué se creen? Atorrantes. No tengo tiempo para andar hablando con una manga de rotos manchados de hollín. ¡Que vuelvan al trabajo! “

Oigan; el señor dice que no tiene tiempo, que no puede hablar con ustedes ahora y que deben volver al trabajo inmediatamente. Casi al instante, desde una orilla, un obrero reclamó;

“malditos empresarios, son todos unos miserables, sólo pedimos justicia, que nos den más tiempo para comer y descansar”

El supervisor lo miró de reojo, volvió la cabeza y escupió a la tierra encarbonada.

 

¡Papá! porqué vienes tan ofuscado, deja ofrecerte un refresco.

“Necesitamos más organización. ¡por la mierda!”

Tomó el vaso, bebió el refresco y siguió refunfuñando.

 

Para fines de 1905 la valentía de la clase obrera en la ciudad de Antofagasta había crecido como corazón de borracho, en la memoria se tenía presente la matanza del mitin de la la carne, que había ocurrido en Santiago y en el norte, en esos tiempos, para muchos de los obreros, ni hablar de un bistequito.

Antofagasta era una ciudad de alto tránsito y mucha gente, las pésimas condiciones laborales que existían, condicionaban la estabilidad y el desarrollo de las familias de corte obrero, la zona había sido azotada por la viruela y la peste bubónica se había propagado dejando muertos desde que apareció en Iquique, el alto número de desempleados circulantes luego del cierre de la refinería del Huanchaca en 1902 y los fraudes en las salitreras, plantaron cesantes en las calles de la arenosa tierra.

 

“Papá, miré lo que ha pasado en Santiago, usted sabe, míreme, no se me haga el loco. También allá en el puerto, en Valparaíso, hace unos años, ¿lo recuerda? Los mataron a todos. Ese político que eligieron de presidente tiene fama de asesino, ese tal Riesco.

Papá míreme y mire la imagen de mi mamá.

Mírela. ¡Usted le prometió cuidarse!

El viejo sudado, a regañadientes asintió y la miró en silencio.”

 

Enero de 1906

El movimiento obrero había cobrado fuerza, los constantes rechazos de parte de la administración de la empresa de ferrocarriles, generó mayor colaboración entre los trabajadores. Los obreros se comenzaron a reunir después de las cansadoras jornadas para organizar las acciones de presión que ejercerían contra los empresarios.

El Intendente de la época, Daniel Santelices, se mostraba inquieto con las movilizaciones y las incipientes reuniones en las esquinas del centro de la ciudad.

“Somos obreros, venimos de lejos, cada día esta ciudad crece más y nos aleja a los cerros, donde viven los pobres, de allá lejos venimos a trabajar día a día, pero ellos nos descuentan hasta el más mínimo atraso. ¡No es justo!”

“Nos merecemos más tiempo para estar con la familia, una jornada máxima de 8 horas y el tiempo de la colación”

 

Mapleton Hoskins fumaba al costado de una ventana y murmuraba entre humos.

“Tiempo adicional para comer, rotos. Si quieren más tiempo que trabajen más, que se vayan más tarde”

 

Para fines de enero de 1906, el ambiente se sentía inestable, los empresarios españoles y de mayor capital de la ciudad, se sentían incomodos ya que creían que las movilizaciones podrían afectar a otros ámbitos del comercio y afectar sus mercancías. Preocupados, se dieron cita en el Club de la Unión.

“Señor Presidente, la cuestión social se ha tomado las calles de la ciudad, usted ha estado al tanto de las movilizaciones y Hoskins me ha comunicado que la huelga es inminente, los ferroviarios se van a parar. Riesco, mirando el sol que se filtraba por la cortina, escuchó con desprecio hasta que el Intendente colgó”

 

Cuando entró, la cocina olía a porotos hirviendo y el gato lo saludó rosándose contra sus piernas.

“hija; nos iremos a huelga. El pleno de la asamblea decidió la huelga, no vamos a negociar el horario de colación, la huelga va”

Respiró profundo y disfrutó del aire fresco de la tarde junto a la ventana.

 

Luis Emilio Recabarren reía y se alegraba caminando por el centro de Antofagasta, por esos días se encontraba en la ciudad por haberse dado cita con el Partido Demócrata.

Con mirada cariñosa interpretaba los ademanes de los obreros que se reunían en una de las esquinas, hasta que se acercó.

“Señores, no es mi intención molestarles, pero quisiera compartir unas palabras con ustedes, por supuesto si me lo permitieran los obreros aquí presentes.

Un viejo de barba blanca y tes con hollín le abrió el paso. Adelante Don Luis Emilio”

Recabarren quién en 1903, llegó a Tocopilla, era un frecuente en la ciudad, fiel organizador y promotor de las llamadas Mancomunales obreras, su discurso político y escritos en los periódicos, eran un constante problema para la oligarquía y los gobiernos conservadores.

“Señores, es un honor poder hablarles en esta tarde y más cuando bien se, que muchos de ustedes están agotados tras las intensas y extenuantes jornadas de trabajo. Seremos obreros y trabajadores, obreros sacrificados pero dignos, que organizados podemos conseguir avanzar juntos en esta desnivelada y violenta sociedad, es mi intención y el corazón así me lo demanda, apoyar a la clase trabajadora en toda cruzada contra las injusticias patronales”

 

“Señor Intendente, las armas ya han sido guardadas en las cajas como se ordenó, el traslado se hará de noche, tal como ha sido encomendado. Le avisaré cualquier novedad que pueda suscitarse. Señor, antes de retirarme, debo comunicarle que Luis Emilio Recabarren está en la ciudad”

 

6 de febrero de 1906

Una chica muy nerviosa temblaba en la orilla de una mesa en la cocina del Club de la Unión. Las manos sudadas no le permitían tomar la jarra con vino y ella infructuosamente trataba de limpiarse con el delantal, manchándolo temporalmente y volviendo a sudar.

“Señores, las armas han llegado anoche y las ocuparemos si es necesario. La estabilidad y los negocios que hemos conseguido, no los vamos a arriesgar por nada”

“Si, les correremos tiros a esos malparidos. Despotricó un tipo de voz españolada”

 

Las movilizaciones producto de los acuerdos que se tomaban en los mítines callejeros rindieron frutos y la colectividad obrera se empoderó de valor, la sostenida huelga y el rechazo a la extensión de la jornada de trabajo, se elevaban en carteles y en improvisados lienzos de quienes caminaban a paso firme hasta la Plaza Colón. Cerca de la costa, por calle Sucre, los efectivos de la Marina pertenecientes al navío, Blanco Encalada, miraban con atención el desarrollo de la convocatoria.

En la esquina poniente de la calle Prat, un encendido Luis Emilio Recabarren declamaba en prosas un fervoroso canto a las luchas obreras, la policía lo vigiló de cerca hasta que se retiró por tener compromisos adquiridos.

“Señores, estamos reunidos acá, como vosotros sabéis, para ofrecer la protección a nuestro capital invertido, sabido es, que no podemos arriesgar lo avanzado. El gobierno y las milicias confían en que sabremos poner orden de ser necesario y eso es lo que haremos”

 

El viejo caminó confiado, se le veía feliz pues por fin, su anhelo de unión de clase se materializaba en una gran reunión en la Plaza Colón. Tal fueran comensales de mesa se congregaron y enarbolaron las banderas, los gritos y las demandas no se hicieron esperar. A escasos metros de la plaza, refugiado dentro del recinto de ferrocarriles, desde una ventana fumaba Mapleton Hoskins.

“Mirad, mirad como buscan generar caos, mirad que son un centenar de rotos. Esta gente son una manga de violentistas e inconformistas”

“Insisto, metámosle tiros”

 

La nerviosa chica logró servir las últimas 2 jarras y pensó en irse para advertir del peligro a su padre. Cogió el bolso de lanilla y salió escondida del Club.

A minutos de salir, una ráfaga de balas estalló desde la ventana sur, los militares que se apostaban en las calles respondieron antes el caos que generó el impacto de las balas. Los obreros que se encontraban en frente de las ventanas rompieron en sangre, mientras que la chica que corría entre el tumulto cayó al piso al centro de la plaza.

El viejo más sudado que nunca y con la imagen de su mujer en la cabeza, corrió y corrió.

Las balas que cayeron desde las cuatro esquinas bañaron de sangre la plaza. Un centenar de obreros y una mujer fueron los cuerpos que se retiraron al caer la tarde.

 

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Notas al pie; El relato y los diálogos son ficticios y es una interpretación literaria de los hechos históricos disponibles de la matanza de la plaza Colón en Antofagasta. Febrero, 6 de 1906. Gobierno de Germán Riesco.
 Mapleton Hoskins, era el administrador de Ferrocarriles al momento de la matanza.
Huanchaca: Refinería de plata de la Compañía de metales boliviana Huanchaca. Fue declarado monumento nacional en 1974.

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